La `escondida´ belleza de la Casa Amatller


Amatller

Paseo por el Paseo de Gracia -valga la redundancia- calle abajo. A la mitad del mismo, más o menos, me topo con la marabunta habitual cada vez que tomo el mismo camino, que siempre se da cita en el mismo lugar y que siempre me obliga a reducir la marcha y a sortear cientos de caras anónimas para poder continuar con mi vuelta.

La increíble Casa Batlló, uno de los grandes símbolos de Barcelona, tiene la culpa. Lunes o viernes, por la mañana o por la noche, haga frío o calor, viento o lluvia, cientos de turistas –y supongo que algún barcelonés- se detienen a contemplar la originalísima maravilla modernista de Antonio Gaudí. Pero muy pocos de ellos, por no decir ninguno, reparan en otra joya de la arquitectura que paga muy caro el ser vecina de la más famosa de la ciudad.

La pobre Casa Amatller queda siempre en un segundo plano, siempre a la sombra de la reina del Paseo de Gracia, que se lleva todas las miradas y las fotografías. Paga muy caro esa costumbre tan humana de comparar, ese mal hábito tan nuestro de valorar las cosas en términos relativos en lugar de en los absolutos. Y resulta una lástima, porque es otra obra maestra del arte modernista.

Puig y Cadafalch proyectó a finales del siglo XIX este curioso edificio que mezcla con maestría y originalidad el arte flamenco –con su característico techo escalonado- con el gótico catalán. De un colorido muy vivo, posee unos relieves fantásticos y derrocha originalidad y armonía tanto en sus formas como en el esgrafiado o  la cerámica que adornan la fachada.

Declarada bien de interés cultural, la Amatller es uno de los edificios más significativos del modernismo barcelonés. Por desgracia seguirá pasando casi desapercibida, eclipsada por culpa del inmenso poder de atracción de la Batlló, pero eso nunca acabará con su gran valor. Me consuela saber que más de uno y más de dos, tras sortear la masa de gente, fijarán su atención también en la belleza escondida de la vecina.

DIEGO FERNÁNDEZ TORREALBA

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